En confesión pido disculpas.
Es típico en mí tomar otro carro en los supermercados, e incluso pasar por caja. Y alucinar ya en casa con cosas que ni siquiera había cogido. Hay veces que cambio de carro. ¡Hasta tres veces! O pierdo directamente el carro y me pregunto si realmente había cogido alguno.
En varias ocasiones, al salir del cine he tomado la mano de otro hombre que no es mi marido. La última vez fue hace unas semanas y no pudo ser más bochornoso: un tal señor iba con su mujer, y yo estuve abrazada a su brazo medio pasillo mientras observaba la cartelera. La sorpresa y lo absurdo de la situación hizo que la pareja no fuera capaz de articular palabra hasta que vino mi marido a buscarme.
Ahora ya me va ocurriendo menos, pero no faltan las veces, que yendo al cuarto de baño de cualquier lugar, olvido bajarme el vestido o la falda por detrás. En este sentido, el acto más memorable fue en un partido de volleyball cuando yo tenía diecisiete años. Siempre he sido muy pequeña, la camiseta me cubría hasta los muslos; bueno, todo excusas, el caso es que me olvidé los pantalones en el vestuario, jugaba titular y al sacar la pelota la camiseta se levantó y a la vista quedaron unas braguitas de algodón con encaje y un estampado de fresas sobre blanco...Las ovaciones, el clamor del público, el ridículo fue espantoso...¡Me sudaban hasta las orejas! En fin, desde entonces siempre llevo la ropa interior negra. Por si acaso. Y ha habido más casos, desgraciadamente. Que las bragas negras, porque ya no son braguitas, no han conseguido excusar.
Y también soy capaz de realizar las maniobras más tontas que se puedan imaginar. Como meterse en el coche, en el asiento del copiloto y preguntarse dónde narices está el volante. O peor, sentarte en el asiento del copiloto bajar la ventanilla, y tras unos minutos, viendo cómo la gente del almacén te mira caer en la cuenta de que has ido sola, y que nadie va a conducir, así que muy, muy despacio te vas desplazando al asiento del piloto.
O sentarme en la terraza de un bar y acercarse un camarero y darme los buenos días. Y yo dárselo a él también y seguir con mis cosas. Hasta que caigo en la cuenta, de nuevo, y darme un ataque de risa nervioso, que no me mejora en nada la situación porque encima me pongo a dar explicaciones.Que resultan más absurdas aún.
En cierta ocasión, me paró la Guardia Civil. Nunca había hecho un control de alcoholemia. Cuando me dijeron que soplara dije con cierta suspicacia "¿que sople dónde??? Al compañero le dio un ataque de risa y se retiró. Claro yo no vi la boquilla, o no estaba a la explicación y, al parecer, los pantalones del guardia civil quedaban a la misma altura que el dispositivo...En fin, al principio ni me enteré de lo que había pasado. Suponía que al guardia civil le había dado una ataque de risa de los míos, de esos tontos, porque solo tú entiendes el motivo de tanta hilaridad. El que me atendió le costó no acabar del mismo modo que el compañero. Y estaba como sorprendido al ver que el test daba cero en alcohol. Me dijo con mucha vehemencia que condujera con cuidado y "con más atención".
Una vez, en Madrid estuve casi dos horas buscando mi hotel. Iba en pijamas. En recepción, me dijeron que justo al lado había un pequeño supermercado. No me pareció mala idea bajar a la calle en busca de compresas. Y no supe volver. Ni preguntar por las señas del hotel, porque no me acordaba de cómo se llamaba. Total que allí estaba en el paseo de la castellana una loca en pijamas con un paquete de compresas...Huelga decir que lo de "aquí al lado", en Madrid, tiene su propia proporción y siendo yo de pueblo, pues eso me perdí. Y entré en un par de hoteles preguntando si me conocían y si sabían si yo me hospedaba allí. Fue dramático.
En fin, todo esto es un gran preámbulo para deciros lo siguiente:Ocurre que soy muy, muy despistada. Creo que eso ya ha quedado claro. Ocurre que en ocasiones podéis saludarme y que ni siquiera os vea. Si a alguno os ha sucedido ya os pido disculpas. Y si no ha sido así y está por venir os ruego que no me lo tengáis en cuenta y, si os apetece, os acerquéis. Tras desvariar unos minutos puedo llegar a ser muy normal, incluso cordial y efusiva.
Un abrazo muy fuerte a todos.
Sole.